Después de un par de comentarios en relación con una anotación de Enrique al respecto del regreso a los titulares de las plataformas HALO (High-Altitude Long-Operation) de comunicaciones radio, he decidido traerlos aquí.
El caso es que se trata de una aproximación que se le ocurría a los ingenieros hace tiempo, para evitar el despliegue de costosas constelaciones de satélites LEO (Low Earth Orbit) que dieran cobertura a las nuevas infraestructuras de banda ancha. Al fin y al cabo, se trataba de ofrecer servcios de comunicaciones, fundamentalmente en nucleos urbanos con una densidad de información apreciable, que rentabilizaran las inversiones requeridas en poco tiempo. Además se pensaba en los requisitos técnicos para los dispositivos terminales, en lo referente a potencia de transmisión; de manera que, la solución de acercar los nodos de acceso y repetición de señal, hasta una distancia razonable, por debajo de la cota de una constelación LEO y por encima de las zonas ocupadas por las aeronaves civiles y militares. Entonces se pensó en la estratosfera y en un tipo de aeronaves no tripuladas que dieran servicio durante un tiempo apreciable.
Podíamos ver diseños de plataformas de este tipo hace más de cinco años; pero no ha sido hasta ahora que hemos visto el anuncio de un lanzamiento comercial, donde se integran una plataforma HALO operativa (Sanswire) y una red de telecomunicaciones con capacidad para ofrecer servicio inalámbrico de banda ancha (GlobeTel).
Se trata, sin duda, de una idea interesante que viene a cubrir de alguna forma la necesidad de disponer de una tecnología que ayude al despliegue rápido y por niveles de una infraestructura global de red. Hay que tener en cuenta que la demanda de acceso y la densidad de información cursada será muy variable en la superficie del planeta, condensándose especialmente en las grandes ciudades, de manera que habrá hueco para soluciones específicas para entornos muy diversos. En una analogía podríamos decir que la piel electrónica del planeta tendrá que ser más gruesa en determinados lugares, constituyéndose las constelaciones de estratélites, en parte de ese tejido tecnológico.
Independientemente de las posibilidades que ofrecen, se trata de unas plataformas cuyo despliegue impone requisitos muy delicados de seguridad y fiabilidad. A nadie se le escapa lo que puede suponer regular un espacio sobre un núcleo urbano super-poblado para la navegación de plataformas autónomas desasistidas.
El caso es que se trata de una aproximación que se le ocurría a los ingenieros hace tiempo, para evitar el despliegue de costosas constelaciones de satélites LEO (Low Earth Orbit) que dieran cobertura a las nuevas infraestructuras de banda ancha. Al fin y al cabo, se trataba de ofrecer servcios de comunicaciones, fundamentalmente en nucleos urbanos con una densidad de información apreciable, que rentabilizaran las inversiones requeridas en poco tiempo. Además se pensaba en los requisitos técnicos para los dispositivos terminales, en lo referente a potencia de transmisión; de manera que, la solución de acercar los nodos de acceso y repetición de señal, hasta una distancia razonable, por debajo de la cota de una constelación LEO y por encima de las zonas ocupadas por las aeronaves civiles y militares. Entonces se pensó en la estratosfera y en un tipo de aeronaves no tripuladas que dieran servicio durante un tiempo apreciable.
Podíamos ver diseños de plataformas de este tipo hace más de cinco años; pero no ha sido hasta ahora que hemos visto el anuncio de un lanzamiento comercial, donde se integran una plataforma HALO operativa (Sanswire) y una red de telecomunicaciones con capacidad para ofrecer servicio inalámbrico de banda ancha (GlobeTel).
Se trata, sin duda, de una idea interesante que viene a cubrir de alguna forma la necesidad de disponer de una tecnología que ayude al despliegue rápido y por niveles de una infraestructura global de red. Hay que tener en cuenta que la demanda de acceso y la densidad de información cursada será muy variable en la superficie del planeta, condensándose especialmente en las grandes ciudades, de manera que habrá hueco para soluciones específicas para entornos muy diversos. En una analogía podríamos decir que la piel electrónica del planeta tendrá que ser más gruesa en determinados lugares, constituyéndose las constelaciones de estratélites, en parte de ese tejido tecnológico.
Independientemente de las posibilidades que ofrecen, se trata de unas plataformas cuyo despliegue impone requisitos muy delicados de seguridad y fiabilidad. A nadie se le escapa lo que puede suponer regular un espacio sobre un núcleo urbano super-poblado para la navegación de plataformas autónomas desasistidas.
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