La dimensión física de la creatividad y de la innovación suele distinguir dos ámbitos, el de lo micro y el de lo macro. Por un lado, estamos acostumbrados a hablar de competitividad geográfica de las ciudades modernas en términos sociodemográficos (lo macro); y, por otro lado, hablamos del impacto en la productividad de la creación de espacios para la innovación y el trabajo (lo micro) de esa "clase creativa", de ese "talento" que todos soñamos con atraer para nuestra organización.
El de las "ciudades creativas" es ya un lugar común convertido en lugar obligado de paso para los transeuntes de puente aéreo por Richard Florida a partir de la popularidad de su celebrado libro "Cities and the Creative Class", que lo encumbrara ya en 2005 como un "experto" en crecimiento económico y factores sociodemográficos de la competitividad local de las ciudades modernas.
Aunque sus argumentos han recibido duras críticas recientemente, también es cierto que el reduccionismo de partida adoptado por los autores de las mismas las desacredita en gran parte, tal y como el propio autor afirmaba en un reciente artículo para The Atlantic.
Pero cuando hablamos de innovación, creatividad y espacios de trabajo pensamos en las propuestas que han popularizado los actuales gigantes de Internet o las agencias creativas, que nos proponen espacios coloristas, diáfanos y plagados de elementos más propios de nuestros ratos de ocio que de la jornada laboral habitual.
Pero la importancia relativa de esos espacios está en cómo facilitamos su "interiorización" por parte de las personas que los ocupan: da un poco igual que tengamos un puñado de puf de colores, futbolín o mesa de ping-pong si no conseguimos que nuestros empleados hablen con extraños en el 'corner' del 'vending' o, como "vulgarmente" lo hemos conocido en España, la máquina del café..
Pero si pensamos en cómo se ha popularizado, debido a muchas circunstancias, el fenómeno del 'coworking' en nuestro país y en el mundo, o cómo se ha institucionalizado el diseño y desarrollo de "ciudades creativas" por todo el mundo, debemos contemplar ese necesario proceso de la creación de espacios para la creatividad y la innovación como una tarea que se debe realizar a todos los niveles: atrayendo a personas con talento y capaces de hablar con un extraño en la máquina expendedora de café, ubicándonos en una ciudad "creativa" siempre que sea posible, facilitando la interacción de nuestro capital humano en un espacio "amable".
Es así que creo necesario comprender que la definición de esa 'circum stantia' vital, en lo personal y en lo profesional, debe afrontarse como un proceso de diseño compartido, abierto, en el que se tienen convivir dos procesos, uno de interiorización y otro de exteriorización, a todos los niveles, de una serie de intangibles que no vienen con los muebles de colores, los materiales innovadores o las infraestructuras urbanas abiertas y flexibles, sino con las personas que las llenan.
Creo que donde hemos puesto arquitectura e interiorismo falta aun una elevada dosis de tecnocultura y psicosociología.




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