viernes, abril 22, 2005

Diario de sesiones

Se completa el ciclo de conferencias magistrales, sobre "Universidades e innovación en la sociedad del conocimiento" que, con el profesor Nathan Rosenberg como ponente y la organización de la Fundación BBVA, se iniciara el martes y se prolongara en la tarde de ayer con la segunda sesión.

Hoy era Sergio Missana el encargado de presentar al conferenciante. Bajo el título "Science and Technology" se encontraba un subtítulo intelectualmente al menos, bastante estimulante, "Which way does the causation run?". Y, tras lanzar esa pregunta al aire, lo primero que hacía el profesor Rosenberg era responderla, "Both ways" para pasar a continuación a formular su tesis "The endogeneity of science" para desarrollar su argumentación, "A technological breakthrough can shape the research agenda, due to that endogeneity of the scientific research activity".

Para empezar, dos apreciaciones. Una acerca de la consideración de los ingenieros como una especie aparte, distinta de los científicos; al menos en EE.UU. la ingeniería es algo más que ciencia aplicada. Otra, la utilización del adjetivo endógeno, entendido desde el punto de vista económico. Y una advertencia: la argumentación girará en torno a los sectores de alta tecnología norteamericanos (HiTech).

Pues eso, que la tesis del ponente giraba en torno a la endogeneidad del cambio tecnológico en el proceso de desarrollo económico. Su idea era argumentar por qué la causalidad entre ciencia y tecnología, no sólo fluía en ambos sentidos, sino que, hay hechos que hacen pensar que el flujo de causalidad en el sentido contrario al tradicionalmente establecido - esto es, de la Tecnología a la Ciencia - ha sido en los últimos ciencuenta años manifiestamente superior al flujo de Ciencia a Tecnología. La intención del profesor no era pues, tal como se insistió en la sesión de preguntas, negar que este último existiera, sino equilibrarlo, de alguna forma, con la evidencia de la endogenización del cambio tecnológico.

El ponente empezaba su exposición introduciendo, lo mismo que hizo en la sesión precedente con las firmas de capital riesgo, a los laboratorios corporativos como una de las grandes innovaciones organizativas institucionalizadas por el sistema de mercado en EE.UU. Y no pudo evitar, para hacer esto, echar mano de la historia, dibujando dos escenarios radicalmente diferentes antes y después de la II Guerra Mundial. Antes del conflicto, contaba, la actividad investigadora, que se llevaba a cabo en las universidades, contaba para la mayor parte de su financiación, con las contribuciones de instituciones e individuos dedicados a la filantropía y con las industrias locales; financiando la autoridad estatal, básicamente, los costes de la docencia. Después del conflicto armado, casi toda la investigación se hacía en la Universidad, con financiación mayoritariamente estatal, cambiando completamente el escenario. Mientras en Europa la investigación básica, corresponde casi en su totalidad a las autoridades nacionales, en EE.UU. la autoridad federal, apenas financia un 10% de ese tipo de investigación. Sólo Suecia parece presentar un modelo similar al norteamericano, en la Europa continental. Con los datos de la NSF - National Science Foundation - en la mano, el profesor Rosenberg nos hacía notar cómo en el año 2000, algo más del 30% de la investigación básica en EE.UU., se llevaba a cabo por parte compañías privadas, como GE, AT&T, IBM o DuPont en laboratorios corporativos, unos centros de investigación donde la evaluación de resultados sigue criterios muy distintos a los utilizados en los centros universitarios. Con el desarrollo de la investigación en ese tipo de instituciones privadas, la ciencia se somete, cada vez más, a los criterios comerciales y de rentabilidad económica y financiera de las organizaciones empresariales de las que forman parte.

Buscando la razón de ser de esos laboratorios corporativos, el ponente nos ilustraba con la metáfora: un entorno empresarial HiTech, inundado por la ingente cantidad de información que se genera en la sociedad del conocimiento. En una situación tal de desbordamiento, se hace necesario disponer dentro de las empresas de profesionales que atesoren, tanto las capacidades y conocimiento tecnológicos y científicos propios del sector, como la suficiente experiencia para conocer las particularidades de la compañía. Unos profesionales (in-house scientists) que desempeñarán un papel clave en la transferencia de conocimientos y tecnología para la organización.

La cuestión siguiente es atacar directamente la tesis inicial preguntándose ¿exactamente, qué papel está jugando la ingeniería en la modificación de las prioridades científicas de investigación? Y es aquí donde Rosenberg pone sus cartas sobre la mesa, afirmando que la endogenización del cambio tecnológico se expresa en la manera en que podemos observar como los avances en ingeniería en distintos sectores han llevado a el reforzamiento de las inversiones en investigación científica, desarrollando campos enteros, que apenas llamaban la atención de sectores muy marginales de la comunidad investigadora; de manera que las empresas habían aprendido que, en lugar de afrontar mayores incertidumbres invirtiendo grandes sumas de dinero en proyectos de investigación muy específicos, podían dedicar sus esfuerzos investigadores a fines más genéricos, si disponían de ingenieros capaces de convertir los resultados científicos, en productos comercializables.

Un ejemplo del que echaba mano el ponente era el desarrollo imparable de la ingeniería química en EE.UU. gracias a la demanda de una industria del automóvil que entre 1900 y 1925, pasó a convertirse en la más importante del país. Y fue ese desarrollo de la ingeniería química el que propició la creación de un entorno inmejorable para impulsar la investigación en muchos campos, muy fértiles, como la termodinámica, resultando todo en el explosivo desarrollo que vivió la industria petro-química después de la II Guerra Mundial.

Más cercano a las tecnológicas está el caso del transistor, un producto nuevo que produjo un cambio tecnológico cuyas consecuencias aún vemos hoy. El invento del equipo de Shockley, que se produjo en Bell Labs, propiedad de AT&T, un poco antes de la Navidad de 1947 y que se hizo público ya en 1948, produjo un desarrollo explosivo en el campo de la física del estado sólido; una subdisciplina prácticamente desconocida que por esa época generaba del orden de 25 publicaciones al año y que, gracias al novedoso invento del transistor, pasó a superar las 600 publicaciones anuales a mediados de la década siguiente. Se trata de un caso paradigmático, pues ilustra muy bien un flujo causal claramente opuesto a la tradicional secuencia Ciencia-Tecnología; es un caso en que el flujo iba, además de la Industria a la Universidad pues era el propio Shockley quien impartía cursos a los profesores universitarios de física del estado sólido.

Otros ejemplos que el profesor Rosenberg quiso sacar a colación fueron, el ciruito integrado - una invención de Jack Kilby en Texas Instruments - y que hizo surgir la química de superficies, o el de la tecnología LASER, que acabaría motivando grandes desarrollos en la especialidad de óptica.

En el turno de preguntas, aparte de dos o tres intervenciones que dieron a entender una tesis inicial diferente de la que el profesor Rosenberg había articulado al comienzo de su ponencia, resultaron sumamente exigentes para el tiempo disponible. Se plantearon temas como el papel de la endogenización del cambio tecnológico en relación con la presión actual para la elaboración de políticas de desarrollo sostenible o el papel de la ética en la relación entre Ciencia y Tecnología. Evitando esta última con diplomacia, sí quiso el conferenciante entrar en la primera, exponiendo el caso del sector sanitario en EE.UU. que, invirtiendo más que cualquier otro país en el mundo en su sistema sanitario - del orden del 15% de su PIB - no aparece ni siquiera entre los diez primeros en calidad de la atención sanitaria, esperanza de vida o cualquier otro indicador significativo; terminando convencido de que disponemos de la capacidad tecnológoca pero dejando la cuestión de si tenemos o no la voluntad política de asumir, añado yo, los compromisos que tan alegremente se expresan en los foros internacionales.

Al surgir el tema de la interfaz entre ciencia y tecnología, como una oportunidad empresarial en si misma, con iniciativas destinadas a cubrir esa brecha, Rosenberg quiso extenderse en ilustrar las diferencias profundas que existen en la relación Universidad-Empresa en EE.UU. con respecto a la Europa continental, glosando sobre el papel de las oficinas de transferencia tecnológica de los centros universitarios y la fexibilidad de su sistema de licenciado de patentes.

También se planteaba el tema de las distintas escalas temporales - timing&timeframes - que se manejan en investigación; un extremo que el ponente quiso ilustrar con dos ejemplos, el efecto que el desmembramiento de Ma Bell tuvo en su actividad investigadora, acortando esos límites temporales y el caso de la industria farmacéutica y los plazos legales de experimentación y pruebas clínicas en humanos que la FDA - Food and Drug Administration -impone a determinados productos, haciendo que el tiempo que transcurre, entre el momento en que el resultado de una investigación se hace disponible, hasta el momento en que un producto basado en el mismo alcanza el mercado, pueda llegar a ser de quince años, algo impensable para una firma de capital riesgo.

Alguien quiso hablar también de a endogenización negativa, poniendo como ejemplos, por un lado a Microsoft Corp. que ha conseguido un gran éxito comercial con su sistema operativo, produciendo un cambio tecnológico apreciable que, sin embargo, no ha impulsado, aparentemente, la investigación en informática; y, por otro lado, la Inteligencia Artificial como campo próspero de investigación, que no ha llegado a alcanzar el mercado con productos de éxito.

Finalmente, el profesor Nathan Rosenberg nos dejaba, como ejercicio intelectual para marxistas, con la consideración de la existencia de una relación dialéctica entre ciencia y tecnología, a la luz de un flujo causal necesariamente bidireccional.

Conclusión. ¿Cómo es posible que el flujo de causalidad tradicional entre ciencia y tecnología, permita que la secuencia contraria se manifieste con tanta claridad como ocurría con el transistor y el posterior desarrollo de la física del estado sólido? Porque la endogenización de la ciencia, hace posible que un cambio tecnológico suficientemente profundo, cambio por completo las prioridades científicas de investigación. Algo que sólo se hace creible en un sistema de mercado que ha conseguido institucionalizar una de las más importantes innovaciones organizativas de la última mitad del siglo pasado, como es, sin duda, la aparición de los centros de investigación empresariales.

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